Si pueden, vean esta película: Dos días y una noche. Especialmente la gente que selle el paro, quienes tienen la amenaza del despido soplándole en el cogote, las que tienen un curro precario, quienes están hipotecados por un ERE sin piedad, los desempleados de larga duración que hacen cola en el INEM para no se sabe qué. Y también quienes tengan trabajo. No sé si saldrán encabronados o no. Porque aquí se despliega todo el ritual de la nueva gestión de la precariedad, de la mierda en que se ha convertido la seguridad y la inseguridad en el empleo. Y más. Si hace veinte años no tener empleo era responsabilidad del Estado Social, hoy no tenerlo es cosa de cada cual. O lo que es lo mismo: cada cual debe gestionar su propia adversidad. Y aquí, ya vale todo.
La cosa va de una mujer joven a la que han despedido por una depresión. La empresa donde trabajaba monta una votación entre sus trabajadores para decidir si esa mujer puede recuperar su curro cuando mejore. Si sale perdedora, sus compañeros recibirán una paga de 1.000 euros. Ella tratará de mendigar el voto favorable de sus colegas para que renuncien a la paga a cambio de vuelta al trabajo. Y aquí entra en juego el miedo, la solidaridad, la división, la nueva lucha de clases horizontalizada, la ausencia del Capital como sujeto responsable, la seguridad y el sálvese quien pueda. Todo lo que define las nuevas relaciones laborales. Pero algo más sutil. Cómo el Capital ha trasladado su responsabilidad hacia esos colegas de Sandra para que sean ellos quienes tomen la decisión, generando un juego de culpabilidades y responsabilidades en la gestión de la propia precariedad. Sin duda, la mejor dominación que jamás haya ideado el neoliberalismo.