El Gayarre oculto
El 19 de diciembre de hace 130 años el tenor Julián Gayarre envió una carta a su familia desde Barcelona en la que les contaba lo maravillosamente que vivían allí, que no hacía frío, que comían muy bien y que para postre solían tener tres chicas jóvenes y bonitas (expresión que hoy en día nos resulta horrorosa, pero que en su época haría gracia, digo yo), e invitaba a su tía Juana, receptora de la misiva, a visitar la ciudad y a ver el mar. Al final se despide con recuerdos para todos y un pellizco para todas las chicas bonitas de Roncal (algo que hoy tampoco se atrevería a decir, imagino).
Esto es lo que en esta carta escrita en euskera roncalés venía a decir el famoso tenor. Porque Gayarre era euskaldun o vascohablante, como se prefiera, aunque la historiografía oficial de Navarra no lo diga. Sí que se habla de su origen humilde y del comienzo de su carrera musical de la mano de Joaquín Maya e Hilarión Eslava. Se cuenta que ganó el segundo premio de canto en Madrid en 1868, año de la revolución que derrocó a Isabel II, pero no dice que sus ideas liberales le llevaron a actuar del lado liberal republicano, por lo que, incluso, parece que llegó a ser encarcelado. Tampoco se airea que su nombre apareciera entre los primeros socios del Centro Vasco-Navarro de Madrid en 1882, ni lo que el tenor Isidoro Fagoaga dijo de él: “Era notoria su predilección por las composiciones de Iparaguirre y, entre estas, por el Gernikako Arbola”.
Se dice que era agnóstico, que tuvo una hija, a la que dejó 25.000 duros en herencia, y se rumorea que mantuvo relaciones homosexuales.
Y qué curioso también, que lo que la mayoría creemos saber de Gayarre sea una mentira como un piano de cola: jamás pudo cantar eso de “vasco navarro soy del valle roncalés”, porque esta pieza fue compuesta 68 años después de su muerte por el toledano Salvador Ruiz de Luna para la película que protagonizó Alfredo Kraus.