Una de las fotografías bélicas más famosas de la historia, repetida hasta la saciedad en propaganda, cine y publicidad, es la de los marines victoriosos alzando la bandera estadounidense en la cima del recién conquistado monte Suribachi, en los primeros días de la batalla de Iwo Jima, una de las más sangrientas del frente del Pacífico durante la II Guerra Mundial. El pasado sábado, había gentes que -?tanto para celebrarlo como denostarlo-? se imaginaban algo así de la entronización de Joseba Asirón como alcalde de Pamplona, sólo que con la ikurriña sustituyendo a las barras y estrellas en la Casa Consistorial. El nuevo primer edil de la ciudad no les quiso dar ese gusto y se marcharon chasqueados a sus casas o redacciones. Ya sabemos que algunos no saben perder. Ahora hace falta saber ganar. En las hemerotecas se conserva una entrevista que este periódico le hizo a Enrique Maya con ocasión de las elecciones de 2011. “¿Pamplona o Iruña?” le preguntaba el periodista. Alguien más conciliador o, simplemente, más zorro, se hubiera marcado el moco con un “las dos”, o “una no excluye a la otra”, o alguna de esas cosas que dicen los políticos cuando hay que quedar bien. El hasta el sábado alcalde de la capital se arrancó como una vaca de Macua: “¡Pamplona!”. Término al que el autor de la entrevista añadió entre paréntesis, “dice sin dudar”. Esta ciudad ha sido gobernada durante varios lustros como si la mitad de su población fuese, en el mejor de los casos, un mal a sobrellevar. Las tornas han cambiado, y es legítimo que haya jolgorio por ello. Pero cuidado, ahora es la otra mitad la que sigue existiendo. Espero que Asiron gobierne para los de Iruña, para los de Pamplona y para los que les importa un carajo el nombre de esta ciudad mientras puedan vivir con dignidad. Erran gabe doa, aunitz urtez, Joseba.