Síguenos en redes sociales:

Las trampas

Digamos que la chica se llama Ane. Tiene 20 años. Ahora está estudiando Medicina. Está en 2º y lo lleva bien. El curso pasado, aprobó todas las asignaturas en junio. El chico, no importa cómo se llame, no aprobó la ESO. No hace nada. Fuma, ya sabes lo que quiero decir. Toda su cuadrilla fuma desde los 14. Es supuestamente majo, o sea, de buen aspecto, alto, ojos claros: normal. Desde hace un año, le dice a Ane a qué hora tiene que irse a casa. Le llama constantemente preguntándole dónde está, Y con quién. Le dice lo que puede ponerse y sobre todo lo que no puede. No le gusta que enseñe nada: la ropa ceñida y los escotes solo cuando esté con él. Ya ha empezado a gritarle, a ponerse loco y a amenazarle. Luego le monta desgarradas escenas pidiéndole perdón y diciéndole que ella es lo que más quiere en este puto mundo. Hace tres o cuatro meses le pegó un puñetazo en la cara a un tío porque estaba hablando con Ane. Aún no se ha producido una agresión física grave, pero hay sospechas de que ya le ha soltado alguna bofetada en momentos puntuales. Una de sus amigas le dice a Ane que acabe de una vez con esa relación pero ella no se decide. Le da muchas vueltas. Dice que si le deja ahora se lo va a tomar mal. Que se va a hundir. En fin. No he cargado las tintas, en el relato. Al contrario. Lo que pretendo es que se vea lo fácil que es meterse en un mal rollo así y lo importante que es salir lo antes posible. En mi vida he conocido a tres mujeres que reconocieron haber sido humilladas, atemorizadas y golpeadas después de muchos años soportándolo. Y en los tres casos (por casualidad o por lo que sea), se trataba de mujeres brillantes y guapas, con estudios universitarios y buenos sueldos. Mujeres de las que nunca hubieras pensado que pudieran haber sido atrapadas en una trampa así. ¿El amor es una trampa? No. El amor es amor. Las trampas son trampas.