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Seis criaturas

Como ya saben, me chifla alargar el tímpano, el caracol, el yunque y el estribo. El mundo exterior es fascinante, tanto como el interior. Cuando uno está soso o se manifiesta en exceso siempre queda el otro para activarse, relajarse o distraerse en idas y vueltas. Iba yo en la nueve y desde el asiento de atrás una voz pedía mi atención. Todo el verano? un chalé de tres plantas? Planazo. Le puse porche, vegetación, una confortable tumbona y una mesita auxiliar. Ni tan mal. Seis niños? de una a ocho? No eran vacaciones. Era un trabajo para la mujer de Hércules. Seis menores que demandarían además de comida y povidona yodada el entretenimiento y la excitación continua a la que están acostumbrados durante el curso. Con suerte, alguno de ellos herborizaría o leería un rato, pero las probabilidades son escasas. 500 euros al mes? ¿Perdón? Dijo que le parecía poco y le dijeron que 600? De lunes a viernes un mes de cuatro semanas, sale la hora a 4,28 euros, 0,71 euros por cuidar a una criatura durante una hora. Las matemáticas son tan implacables como algunos empleadores.

Seis criaturas y por cada una de ellas los adultos responsables habrán elaborado un manual de instrucciones. Normas generales, horarios, cremas solares, limitación del uso de pantallas, preferencias alimenticias? bueno, todo eso. ¿Alguien puede sostener sin sonrojarse que confía sus retoños a manos inexpertas? ¿Y que este trabajo no requiere cualificación? Entonces, ¿qué precio tiene cuidar?, ¿qué relación mantienen precio y valor? No es bueno quedarse sin palabras. Como las que se me ocurren son impropias, mejor las piensan ustedes. Y ya que pensamos juntos, podemos aventurar la cifra justa para retribuir el trabajo que otra persona aceptará este verano. ¿Cuánto pedirían ustedes? Porque la primera receptora declinó la oferta.