Integridad
En unos pocos días, varios ciudadanos han entregado a la policía tres carteras con dinero, un ordenador, un bolso con varios billetes y hasta una mochila con más de 5.000 euros que se habían encontrado en distintas vías públicas.
Semejantes acciones ejemplares te hacen creer que hay mucha gente íntegra a nuestro alrededor y en ello estaba hasta que me topé con el arzobispo Francisco Pérez y sus desahucios. Con la ley -vergonzante o no- en la mano, la casa parroquial de Lizoain pertenece a la iglesia, de acuerdo, pero expulsar del que ha sido su hogar desde 1982 a una mujer a punto de cumplir 90 años, más teniendo en cuenta las miles de propiedades inmobiliarias ocupadas y vacías que tiene el Arzobispado navarro por toda la comunidad, es un despropósito.
Una no puede sino acordarse de la cacareada caridad cristiana cuando, frente a la petición de la anciana a “Don Francisco” para que le dejara continuar en su casa “mientras viva, que no puedo vivir mucho”, el arzobispo se negó a renovarle el contrato de arrendamiento y le dijo que no apareciera más por allá. Cierto que el desalojo ha quedado paralizado, pero sólo porque el cerrajero enviado por el propietario de la casita se negó a cambiar la cerradura al ver la concentración de protesta de los amigos y vecinos de la inquilina.