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Jito Alai

En estos tiempos, todo aquel que se precie proclama su preocupación por el devenir del Casco Viejo, ya sean algunos comerciantes que temen por el futuro de sus negocios, diversos grupos vecinales más que inquietos por la amenaza de gentrificación, colectivos de jóvenes por la ausencia de espacios de ocio, etc.

Así que yo también quiero hacer pública una pequeña denuncia que recordé el otro día cuando el Teatro Gayarre programó el espectáculo Jito Alai, en el que se recuerda al último gitano nómada de Navarra. El Jito Alai, para quien no lo sepa, es además el nombre del pequeño frontón al aire libre situado en la parte trasera del Labrit y, desde siembre, una de las poquísimas esquinas que los chavales de este barrio tienen para jugar a pelota y a la pelota. Pues he aquí que, durante los sábados de otoño a primavera, este campo de deportes se transforma por obra y gracia de no sé quién en un aparcamiento por la cara. No falla, cuando está programado partido de profesionales, algunos privilegiados -que no deben conocer la cantidad de párquines públicos que existen en Pamplona- disfrutan de una bula que les permite dejar en el Jito sus vehículos. En consecuencia, los chiquillos se quedan sin su espacio de juegos y sin otra opción que dar vueltas por las calles. No es justo.