Por despecho. Amelia Salanueva, política de inequívoco pedigrí UPN, ingresa en el Partido Popular de Navarra. Directa a su Ejecutiva. Se mueve para salir en la foto. Reacciona así, en una secuencia temporal, a la malquerencia de Barcina, a discrepancias de gestión interna y a su derrota en el intento de presidir el partido. La estellesa Amelia Salanueva, a punto de cumplir los 52, debutó como joven concejal y portavoz en su Lizarra natal (1991-99); parlamentaria foral en tres legislaturas, llegó a ostentar la vicepresidencia primera de la Cámara; senadora entre 2004 y 2016, con un paréntesis para desempeñar la consejería de Administración Municipal, Vivienda y Ordenación del Territorio (2007-11) en el gobierno de Miguel Sanz (UPN-CDN). En 2015 disputó la presidencia de UPN a Javier Esparza (57% frente al 38% de los votos). Quedarse sin cargos ha sido una carga. Desde el debut como concejal, casi toda su carrera política se ha desarrollado fusionada con el PP. Hasta la ruptura del pacto. Ahora se limita a cruzar el rellano. Cuando cayó en desgracia, lo detectó: “Percibo que somos un partido (UPN) un poco antipático ante la sociedad”. A juzgar por el respaldo electoral, podría deducirse que el PP mola mucho menos en Navarra. Pretende compatibilizar la pedagogía (“A veces el PP entiende muy poco cuál es la singularidad de Navarra. Tiene que aprender mucho sobre su régimen foral, su convenio...”) con el combate (“Quiero contribuir a desalojar al cuatripartito, al que el PP está plantando cara con valentía”). ¿Valentía? Trata de disimular su insignificancia parlamentaria con gesticulación e hipérboles. En algunas obsesiones, sigue coaligado con los regionalistas. El facebook de Salanueva es una declaración de amor. Redundancia en la foto de portada y en la foto del perfil: la bandera de España. A toda pantalla. Amelia Salanueva se siente protagonista de un remake cinematográfico: El fabuloso destino de Amélie. O eso espera.