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Inspiración

He vivido muchas manifestaciones del 8 de marzo, desde las primeras al hilo del Día de la Mujer Trabajadora (el adjetivo acabó desapareciendo, imagino, que por obvio) hasta la del pasado jueves y ninguna me ha impresionado tanto como esta última. Recuerdo alguna ya lejana, cuando ciertos hombres se acodaban en las barandillas de la Plaza del Castillo y nos miraban pasar con cara de sorna, pero la de esta semana seguro que no la olvidaré tan fácil y no sólo por la multitud congregada en el centro de Pamplona sino también por su diversidad.

Una se convence de la fuerza de un movimiento si constata que existe un grito social casi unánime en esa dirección. Lo vivimos en apoyo al movimiento de objeción de conciencia y a la insumisión contra el servicio militar obligatorio y podemos volver a lograrlo en favor de las reivindicaciones feministas porque cuando marchan juntas tres generaciones la fuerza es mucha. Daba gusto ver a mujeres de más de 80 años caminar y cantar junto a crías de instituto, a chavalas vestidas de negro, pelucas y caras pintadas y a otras ataviadas con el uniforme escolar de cuadritos, a integrantes de movimientos internacionalistas y okupas y a señoras que más bien parecían ser todo lo contrario. Fue toda una inspiración.