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Tics

los tics, esos gestos estereotipados que adoptamos de manera habitual, y las enseñanzas que un día colocamos en el fondo de nuestra memoria son tan difíciles de modificar que nos persiguen a lo largo de la vida. Ello es especialmente cierto en lo que atañe a nuestro pequeño mundo y así hay muchos, incapaces de meterse en la cabeza que ya no existe el Mauleón en Pamplona o que siguen quedando en los bomberos de la calle Aralar, es decir, en la pradera ajardinada donde antaño hubo un cuartel de este cuerpo.

Nos pasa a todos. Yo tengo un problema especial con el Pasadizo de la Jacoba. No sé la de años que este paso permanece cerrado por las noches y la de ocasiones que acabo a un lado de la verja, mirando el túnel sin luz, y pensando lo tonta que soy. Por no hablar de los leones de Correos, he tardado tiempos en tener presente que ya no se tragan las cartas?

De todas formas, nada en comparación con mi gesto más recurrente: pasar por debajo del edificio de la Vasco y elevar la mirada para ver la hora y la temperatura. Aunque el inmueble está absolutamente vallado, siempre busco el reloj y, por ello, me ha alegrado saber que el nuevo propietario tiene previsto volver a colocarlo al terminar las obras de rehabilitación. Se lo agradezco de veras porque necesito estar a bien con mis tics.