Cada vez hay más pueblos abandonados o con muy poca gente. Pronto la cifra aumentará y mucho. Es un fenómeno preocupante que se repite a escala planetaria y que también se produce en Navarra, y que en los últimos tiempos están siendo objeto de encuentros, debates y posibles medidas y planes. El siglo anterior fue una época de grandes cambios, entre ellos la concentración de la población en ciudades y municipios cada vez más grandes. La agricultura dejó de requerir esfuerzo básicamente muscular, tanto humano como animal, y las concentraciones urbanas empezaron a ofrecer cada vez más puestos de trabajo, servicios e infraestructuras. Una época de fuerte emigración desde el campo a la ciudad que ha desembocado en un crecimiento vegetativo en las ciudades. Hace tan solo una generación, buena parte de los habitantes de las ciudades eran conscientes de sus raíces rurales, pero las cosas han cambiado sustancialmente, y actualmente la población de muchos pueblos pequeños ha perdido la memoria rural e incluso es más urbana que la que vivía en las ciudades apenas una generación atrás. Y el éxodo rural quizá se ha cebado más en las zonas montañosas, como es el caso del Pirineo y las Améscoas en Navarra, donde más duras han sido las condiciones de vida para sus habitantes. Las consecuencias del éxodo rural tienen causas muy diversas. Sin duda, suponen la pérdida de una cultura secular. Desde una perspectiva ecológica supone el desmantelamiento de espacios caracterizados por una gran diversidad, que incluye cultivos, prados y bosques mantenidos desde hace muchísimos años. Para algunas poblaciones de especies silvestres, la ausencia de humanos puede resultar beneficiosa. Pero, en general, esta situación no es nada positiva, ni mucho menos. Otro caso es el de la enorme biodiversidad, ya sea vegetal e invertebrada, propia de los pastizales bien preservados por una ganadería adecuada. Desde tiempos inmemoriales, las poblaciones de las montañas practicaban la sostenibilidad, sin que se conociera que quería decir ese concepto. ¿Es posible mantener lo que queda, cada vez menos, y recuperar lo que se ha perdido, al menos en parte? Si no hay un replanteamiento de planificación y gestión, por parte de las administraciones, de la política, en definitiva, que se está en ello, la cosa no va a salir para adelante y vamos camino del colapso. Hacen falta articular, en mi opinión, un amplio campo de opciones y posibles medidas. El teletrabajo de los neorrurales, el turismo de naturaleza, la restauración de faunas extintas, las escuelas de pastores, la adecuada retribución de los ganaderos y algunas más, son opciones a tener en cuenta, no como alternativas incompatibles sino en su conjunto. Y, también especies tradicionales cultivadas hace años que podrían ser una ayuda a la recuperación para esas zonas de montaña. Existe hoy en día, y que con la pandemia de la covid-19 parece que ha aumentado, un sector de la población que cada vez valora más una alimentación diversa, local y de proximidad. No es la única solución, ni muchos menos, pero sí otra posibilidad a tener en cuenta. La expansión incontenible de lo urbano es progreso, no cabe duda. Pero mucho más si no se salda con tantas ausencias. Buena parte de los abandonos son la respuesta a una incapacidad para reconocer cultural y económicamente las funciones de lo rural, de los procesos vitales, de lo "no rentable", aunque habría que precisar mucho que se entiende por rentable, porque conservar la biodiversidad y los paisajes y más en los tiempos en que vivimos de la pandemia de la covid-19, los mercados de proximidad, la retención del dióxido de carbono y revertir tendencias climáticas, la prevención de incendios, y un sinfín de cuestiones más, ¿Qué es?