Puede que me falle la memoria, porque el tiempo corre igual para todos, pero si no me falla creo que es la primera vez desde que tengo uso de razón en la que se utiliza políticamente la administración o no de un fármaco a una persona concreta para tratar de erosionar a un consejero de Salud y a un gobierno. En esta legislatura, UPN ya ha cruzado varias barreras que jamás había cruzado la oposición en 35 años, como poner en duda la independencia de Comptos, del Defensor del Pueblo y toda clase de decisiones técnicas y jurídicas, y ahora le ha tocado el turno a llevar a la esfera pública y política un caso concreto de un chaval cuya familia solicita la administración de un fármaco para, supuestamente, mejorar sus condiciones de vida, afectado como está por una enfermedad incurable. Bueno, en mitad de ese drama que a todos nos encoge el alma, entender la posición de la familia es lo mínimo y ponerse de su lado es lo entendible, puesto que corazón tenemos todos, y también comprender que sean críticos con quienes no les dan acceso a lo que ellos creen que puede ser una mejora aunque esa mejora no haya demostrado ser real. Todo lo que digan, incluso el tono, es comprensible. Dicen que no tienen nada que perder, así que su postura es lógica. Pero que los grupos políticos hagan política y po pulismo emocional con esto es muy diferente, oyendo como están oyendo -y entendiendo perfectamente- las explicaciones científicas, médicas y legales que se están teniendo que dar porque así lo han metido en la agenda política varios grupos. Sinceramente, creo que es caer muy bajo, francamente bajo, nivel detritus, amén de una irresponsabilidad. Algunos parlamentarios ya lo dijeron en la comparecencia obligada que tuvo que dar el consejero de Salud: “No creo que este sea el marco donde debemos debatir si un medicamento es o no eficaz” (Nuria Medina, PSN). Es el estilo de este UPN.