yer por la mañana había 151 personas hospitalizadas por Covid en Navarra. Eso supone que eran 9 más que el día anterior. Por vez primera en dos meses, había una subida. Pequeña, seguramente puntual porque no hubo altas, quizá porque se ingresó por precaución a personas que llevarían días y días en casa, pero ese dato estaba. Confío en que hoy, mañana, pasado, la realidad retorne al ritmo de descensos de las pasadas semanas. La situación, en general, es mucho mejor, pero es obvio que este bicho está ahí. Circula alrededor de quienes paseamos, hacemos deporte, jugamos con los niños y, como novedad, entre quienes se sientan en las terrazas a tomar algo. Celebro que esto se pueda hacer, me tomé un café de pie el lunes en mi bar habitual y se me caían las lágrimas, pero vi suficientes muestras de idiotez -y luego en varias imágenes sin truco en prensa y redes sociales- como para desear tener en ese momento una manguera de agua a presión y dispersar a aquel personal a manguerazos. Hay mucho destalentado y destalentada. Llevo todo este tiempo -como todos, imagino- con la pelea interna que supone creer en el 90% sensato de esta sociedad o abandonarme a cagarme en todo por ese 10% o equis de personajes que solo miran por sí mismos o que tienen el cerebro de un pistacho o ambas cosas. Trato de que gane el positivo y normalmente lo hace, porque además el esfuerzo que realiza el 90% de la gente correcta lo merece, pero hay ratos que se me llevan los diablos: ¿dónde cojones habéis estado estos dos meses, michicos y michicas, amigos y amigas? Hace falta -lo siento- más vigilancia, mucha más, más control, más advertencias, más sensación de que no se va a dejar que 2.000 fiemos echen tanto esfuerzo ingente por la borda. Si se quieren reír de la muerte, que les pasen antes un par de horas en la UCI a ver si espabilan, pero basta ya de joder. Ni un paso atrás, ni un miramiento.