e leí ayer a Margarita del Val, química, viróloga e inmunóloga, decir que esta ola que tenemos en España ahora es la del verano, mientras que en Europa la que está entrando es la ola del otoño, ya que no tuvieron ola de verano. No es que sea muy alentador, pero es lo que dice, añadiendo que “a nosotros nos puede llegar la ola de otoño unas dos semanas más tarde que al resto de Europa, donde ya están teniendo más frío del normal antes que nosotros”. Alertaba de que antes de que llegue esa ola hay que bajar la incidencia de la actual porque si no se pueden llegar a juntar y resultar un olón. El otro día me preguntaba un colega de profesión dónde mirar temperaturas y clima de estos últimos días por si cabía la posibilidad de que un clima peor haya tenido que ver en esta racha de casos tan altos en Navarra. Se lo di y de paso miré yo: los seis últimos días de septiembre hizo de media 5 grados menos de lo normal. En octubre, salvo tres días, llevamos 11 por debajo de la media, con una media dos grados y medio más baja de lo habitual. Un tiempo de mierda, vamos. No tengo ni idea de si esto influye algo o no, pero al parecer, según dicen los expertos, tiene relación, también porque pasamos menos tiempo al aire libre y más en sitios cerrados. Entonces la pregunta tonta que me hago es: ¿y si aquí ya se nos ha juntado lo que traíamos de verano -que ha venido subiendo desde el 9 de julio, lenta pero machaconamente- y el inicio de esa ola otoñal y de ahí está enorme dificultad diaria por bajar casos de positivos de una manera clara? Le leí a un investigador navarro comentar que los virus en estas latitudes viven mejor que en zonas de sol y costa, que en Málaga una persona pasaba su vida superando unas 5 o 6 gripes mientras que aquí eran 10 o 15. Y que este coronavirus no tiene por qué actuar diferente. Millones de aves migradoras y de jubilados alemanes no se pueden equivocar.