s curioso, los que más saben suelen ser humildes. Recuerdo que ya desde pequeño me sorprendía observar eso. Lo jactancioso y vehemente que suele ser el necio. Lo obcecado que puede ponerse el ignorante. Mientras, por el contrario, el experto baja el tono. El experto, el que ha dedicado mucho tiempo a estudiar y comprender una cuestión, suele estar siempre dispuesto a reconocer la parte que aún ignora y por lo general admite sus errores con humildad. Puede que sea una astucia, pero funciona. Así que no tardé en llegar a la conclusión de que la mejor manera de detectar a un estúpido es observar la rotundidad y el tono subido con que se expresa. Y no suele fallar. Es lo que vengo observando últimamente: la mayoría de los especialistas en enfermedades infecciosas y epidemiología siguen mostrando sus dudas e inseguridades. Si de algo están seguros es de que el virus sigue activo. Y de que habrá rebrotes más o menos importantes. Y de que, después de esta pandemia, habrá otras. Los políticos profesionales suelen tener problemas a la hora de reconocer sus debilidades. Son jefes, ellos quieren certezas. Necesitan estar seguros y ahora no lo están. Por eso los más bocazas son los primeros en retratarse a sí mismos. La arrogancia de los políticos es aún más deplorable en tiempos de pandemia. Y se pone más en evidencia ante la discreción y prudencia de los científicos. Puede que Trump sea el ejemplo más grosero y retumbante, pero no olvidemos que su estilo procede de Berlusconi y ya hay pequeños Berlusconis en todos los sitios. "Cuídate de tu Berlusconi local", les diría a mis conciudadanos. Los sanfermines se han suspendido. Es importante evitar las aglomeraciones. Yo lo voy a hacer. Este año no voy a ir a la misa, lo digo claramente. Ni al txupinazo alternativo (aunque me duela). Elegiré las calles menos transitadas. He hablado con algunos médicos y todos temen lo que pueda pasar. Mucho ojo.