Acudir vestida de lámpara dieciochesca a la gala del MET transmutada en esta última edición en un barroco carnaval veneciano. Dedicar una tarde tonta a recoger serpientes, ranas y tortugas en los humeantes pantanos de Florida y, no pareciéndote suficiente, llevarte un último saurio de palmo y medio y calzártelo dentro del pantalón para que no lo localice la misma policía que terminará parándote porque te has saltado un stop y dejándote sin mercancía. Aceptar cantar en el festival de Eurovisión que se celebrará en Israel el 18 de mayo siendo Madonna. Cada cual destina su tiempo a lo que le divierte, llena o reporta ventaja económica y de imagen. El mes pasado Roger Waters, una de las almas de Pink Floyd, pidió a la ambición rubia desde las páginas de The Guardian que si creía en los derechos humanos rechazara actuar en Tel Aviv. Si algo no es esta mujer es tonta. Every move you make, every step you take está medido al milímetro. En los últimos días a Mr Waters se le ha unido una campaña en las redes sociales para pedir a Madonna que no despliegue su ejército de bailarines y su rotundo armamento escénico en un país que sigue sin reconocer el derecho a la autodeterminación del pueblo palestino. Su persecución histórica y la ocupación de su territorio quedan de algún modo aceptados tácitamente con la elección de Israel como sede de este evento internacional. Contra ello se han manifestado decenas de artistas palestinos estos días. La madre de un periodista víctima mortal de un tiroteo israelí mientras llevaba el chaleco y el casco de prensa también le ha escrito una carta a Madonna. ¿Qué decir? Si quieres escenario estratégico para mensaje mundial por la paz, busca una explanada en Cisjordania y ofrece un concierto gratis. Muchos fans lo agradecerán y tú sabes y puedes hacerlo.