Que viene el lobo... bueno, la sentencia del procés. O la de Altsasu, la de la momia del dictador. Que se suman a las semanas electorales o políticas, a las que se suman otros temas (el debe y haber de apuntes contables) y lo mismo un día te sientes brexit y contra eso no hay programa de vacunas ni profilaxis. Es la realidad, queridos, y esta es una columna rápida, como la comida rápida con la que regalas a tus deudos como si eso fuera un premio. Luego te quejarás de su diabetes de adulto y demás, como nos quejamos de la muelle sociedad que nos ha permitido ser tan desclasados, aquiescentes, lameculos, biempensantes, ponle otros adjetivos forgianos si hace falta. No somos la mejor generación de la historia y eso se nota.

Es cierto que podemos consolarnos diciendo que no solamente pasa aquí, que en Polonia revalidan el populismo de ultraderecha, con lo que el paseo del señor ese tan desagradable y tan franquista no es sino algo consustancial a los tiempos. Sin el flequillo de Trump o de Johnson, pero con el mismo concepto desmelenado de saquear lo público para el interés privado (en efecto, lo hicieron antes todos) pero esta vez sin siquiera esconderlo. En una columna rápida esta semana proporciona argumento, una vez más, para ver que no hay propósito de enmienda: los académicos del Nobel, hay algo podrido en el Báltico, dejan un año más sin reconocer a ninguna mujer como científica excelente; y en otro orden de cosas las últimas medidas de los más adelantados países nos condenan a seguir esta carrera a ninguna parte destruyendo el futuro sostenible y forzando que en cinco años estemos tomando las últimas soluciones mal y tarde, pagándolas como si fuéramos los culpables y no este estado de cosas que no cabe en una columna fast, que necesita acciones y lucha. A la calle, que ya es hora.