En Leitza no faltaba nadie. Ni el cura preconciliar celebrando de espaldas. Ni el picolo, aunque fuera de paisano. Ni el último requeté -“hi haiz, hi, Silvestre”? con la bandera de la Santa Tradición al viento, por Dios, por la Patria y el Rey. Más de uno, al ver las fotos, se habría acordado de la trilogía Ataun of the death, hiper gamberra producción del cine euskaldun que resucita a la momia de Zumalakarregi y la pone al frente de un ejército de zombis de boina roja que pugnan por adueñarse del país. Me cuesta creer que una persona como el parlamentario foral Iñaki Iriarte, lo más parecido a un intelectual que tiene la derecha navarra, se encontrase cómodo en ese ambiente de casposo revival. Si fue una embarcada lo entendería. Todos hemos caído alguna vez en algún lugar de los que hacen preguntarte eso de qué hace un chico como tú en un sitio como éste. Pero vete tú a saber cuáles son las querencias más íntimas de cada uno. UPN, que ha tardado casi una semana en manifestarse, sigue sin aclarar si Iriarte y su compañero Pérez Arregui estaban ahí representándose a sí mismos o a su partido. Lo primero sería chusco. Lo segundo no sé si grave, cada uno tiene derecho a adorar a sus santos como le plazca, pero sí ilustrativo del mimo con que la derecha navarra trata su flanco más extremo y preconstitucional. Es la otra alma de UPN, esa que arrastra de forma vergonzante desde su fundación, y a la que nunca ha renunciado del todo. La formación política mayoritaria de Navarra Suma dice que lo de Lei-tza no fue un acto de exaltación franquista. No. Simplemente se rindió homenaje al primer navarro caído en el 36 al servicio del terror y la dictadura. Lo que se le parece bastante. El zombi está muerto y no lo sabe. UPN es cada día un partido más zombi. Acabarán haciendo descacharrantes películas con ellos.