a cuadrilla. Racial institución, generalmente masculina, generadora de muchas satisfacciones, pero por la que puedes acabar haciendo cosas que no desearías hacer nunca. Por la cuadrilla hay gente que acaba pegándose para defender a un completo bocazas, quedando fatal con la exnovia de un impresentable o contribuyendo a sufragar los daños y perjuicios causados por algún irresponsable. Amistad, le llaman. O solidaridad de grupo. Esa extraña y cargante ligazón emocional que, por ejemplo, acaba de obligar a las peñas de Pamplona a poner la cara por la Armonía Txantreana a cuenta de su pancarta sanferminera de 2020. No comparto ninguna acción, ni legal ni administrativa, contra lo que no deja de ser un monigote y una opinión. También La Armonía tiene su derecho a la libertad de expresión. En la misma medida que lo tiene Vox, por cierto. Pero si sacas en tu pancarta sanferminera un dibujo y un texto favorable a la persona que asesinó a un concejal de tu ayuntamiento, estás demostrando que es el puto culo el punto más alto donde tienes la sensibilidad y la empatía con la grandísima mayoría de la población de esta ciudad, para quien el tipo que acabó con Tomás Caballero no es mejor que el que quitó la vida a Nagore Laffage. Con su decisión de mantener los locales cerrados al público durante los "no Sanfermines" de este atípico año del covid-19, las peñas de Pamplona acababan de demostrar que podían estar a la altura de las circunstancias. Más a la altura que el propio Consistorio o que el Arzobispado. Solidarizándose con quien no lo merece acaban de joderlo con las patas de atrás. No es nuevo, pero pensaba que habíamos avanzado un poco más.