Juntas dos cosas que no se habían juntado antes. Y el mundo cambia. Seguro que he citado antes aquí esas frases de Barnes porque las considero un axioma, una afirmación cargada de lucidez que no precisa demostración. Dos ejemplos banales: el chupa-chups o la fregona, un simple palo añade valor al caramelo y al mocho. Qué decir del futbolín, que es un palo que ensarta una alineación entera. Otros conceptos más valorados como eficiencia energética o escucha activa tienen el mismo origen, la hibridación. Innegable. Como también que la gente es lista, inteligente e intuitiva y no estamos para desperdiciar ideas, menos aún las que contemplan dos necesidades y posibilitan no solo su abordaje sino un salto cualitativo y enriquecedor.

Hablaba con Isabel, que vive cerca de una residencia de estudiantes, y se descolgó diciendo que cada vez que pasa y ve el ambiente, piensa que de aquí a unos años, si está en buena forma, con la cabeza en su sitio y las ganas dispuestas para seguir interactuando con sus semejantes, circunstancias más que previsibles, no le disgustaría en absoluto vivir en un espacio compartido por personas mayores y estudiantes. No le atraen, y esto lo empiezo a oír repetidamente, los lugares para una sola edad, esa especie de cajones organizados a lo Marie Kondo. Va a haber mucha gente mayor que no querrá vivir sola y que seguirá pensando que el mundo es estimulante y estupendo. Gente que querrá, por ejemplo, compartir la mesa con jóvenes, despedirlos o recibirlos cuando van a estudiar, asesorarles, convivir, ver una peli juntos o hacer amistad, gente que acumulará una cantidad nada desdeñable de conocimientos y habilidades valiosas que será una pena desaprovechar en un momento en que la familia como concepto se amplia y gana plasticidad. El talento no solo es joven.