Navarra registra más de 160 denuncias al mes por actos de violencia machista. Son datos de enero a septiembre del Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial. Eso significa, en el supuesto de que el cuarto trimestre mantenga la cifra, que las denuncias del año pasado superarían las 1.920. Si la población navarra según el Padrón a 1 de enero de 2019 era de 653.846 habitantes, una sencilla división arroja en 2019 una denuncia por violencia machista por cada 340,5 habitantes. Es decir, cada 340,5 habitantes hay uno o más agresores y al menos una víctima, numerosas veces más.

Las jóvenes menores de 30 años representan el 38% de las denunciantes. Las jóvenes denuncian, son cada vez más conscientes, de hecho, más de la mitad saben reconocer los casos de violencia en su entorno, bien, la identifican, lo desolador es que les siga pasando. En el otro extremo, una reciente encuesta a mujeres mayores de 60 años revela que una tercera parte de las mujeres maltratadas sigue manteniendo el vínculo con su maltratador y acumula décadas de convivencia y violencia física, social, sexual, económica o psicológica. Las mujeres mayores constituyen un sector invisibilizado y con poco acceso a los recursos.

340,5 personas son tres o cuatro bloques de ocho pisos, un pueblo mediano, nueve bares un viernes a las diez, una escuela pequeña, una agenda nutrida, un 747, menos de la mitad del aforo del Gayarre, un colectivo abarcable, grupos todos ellos de dimensión humana. Todas y todos, con mayor o menor exhaustividad, conocemos a 340,5 personas. Del barrio, del trabajo, de clase, del patio, familiares, amigos, gente con la que te cruzas, de la piscina? En esos lugares pasan estas cosas, no es difícil conocer a sus protagonistas aunque desconozcamos su condición.