reemos en lo acabado. Aquello que se presenta como un fruto completo y pulido tiende a parecernos perfecto y, sin embargo, si algo hemos aprendido es que la esencia de las cosas pasa por su transformación ¿Podemos extender esta idea a un acto tan pensado como una exposición? Diría que no se abren las puertas al público hasta creer que el trabajo está rematado, pero no siempre ha de ser así. Por ejemplo, el centro Plazara en la calle Mayor de Pamplona acogerá a lo largo de las próximas dos semanas la exposición participativa sobre el movimiento vecinal del último medio siglo en el Casco Viejo. Todo un esfuerzo de memoria colectiva, de negociaciones y enfrentamientos con el Ayuntamiento en busca de mejoras, de trabajos en auzolan, de algunos sonados triunfos, de famosas derrotas y, sobre todo, de ilusión y quehacer común durante décadas. Es difícil no tener recuerdos de este barrio: algunos viven o han vivido en él, cada uno a su manera lo goza y lo quiere y seguro que muchos pamploneses atesoran sucesos relevantes, imágenes, documentos u objetos del pasado que expresan parte de las ocupaciones y preocupaciones vecinales de la zona. Por una vez, podemos disfrutar de una muestra cargada de nostalgias y futuro y ser también parte activa, protagonistas y hacedores de memoria viva.