I.barca nostra. Mueren cerca de 70 migrantes tras el naufragio de su embarcación frente a las costas de Túnez”. Este es el último o el penúltimo titular relacionado con la estampida migratoria en el Mediterráneo. Llevan años sucediéndose y nuestra capacidad de asombro se ha reducido mucho, tanto que veces ni los vemos. ¿Qué es necesario para que veamos esa imparable tragedia o mejor para que la vean los gobernantes que ponen todas las trabas posibles a los rescates y condenan a la muerte a los inmigrantes que menos suerte tienen, porque de suerte se trata?

En la bienal de Venecia de este año se exhibe, con el título Barca nostra, el casco del barco naufragado en el Canal de Sicilia, hace unos años, pocos, en el que se ahogaron casi 800 inmigrantes (se salvaron poco más de 20). El propósito del artista es impactar al espectador y concienciar? ¿A quién? Lo ignoro, el que paga para entrar a ver arte o espectáculo o enormidades que pasan por lo anterior, se va luego a sus cosas, que será raro que tengan que ver con la tragedia migratoria, e igual se lleva un catálogo lleno de muertos para ojear mientras toma un café. Por no hablar de los selfies, las fotos de impacto, los guasapos, el Instagram y toda la faramalla. Quebrar lo “ya visto” no es fácil. Lo muy visto desgasta las conciencias, aburre, sea lo que sea, aunque no se admite por mala conciencia. Terrible, terrible? ¿Y? Y poco, muy poco, buenas intenciones y solidaridad efectiva de unos pocos a los que a ratos se les persigue como delincuentes.

II.INDESEABLES. Todos lo somos en este negocio de lo público para otro, de eso no me cabe la menor duda: indeseables, despreciables. En dos semanas sabremos si el futuro que nos espera es más de lo mismo o la vuelta a lo pior que es lo mejor para el que tenemos enfrente, cargado de patrañas, revancha y mala fe, las mismas que nos anotan en nuestra cuenta. Por el momento las espadas y las garrotas, y hasta las quijadas de papel siguen en alto, con la vista puesta en las encuestas, más que en los debates a mala cara hechos gallera, y con un temblor legítimo a que la rueda de la fortuna gire de mala manera y deje fuera a más de uno, sin chistera y procesiones, o sin iPad gratis total, un drama. Hay quien no se recupera de ese viaje. Frente a eso, los programas públicos pueden esperar, mientras los privados, hechos negocio de alcance, se cuecen a fuego vivo en las trastiendas porque son los que de verdad cuentan: el hormigón, el urbanismo, las obras públicas mandan mucho, aportan el pienso (y hasta el existo) al reñidero.

III.RUBALCABA. No seguí a Rubalcaba ni de lejos, es decir que ahora mismo no tengo ningún recuerdo de él como político, ni malo ni bueno, allí estaba, pero su fallecimiento me ha hecho ver que, si eres un personaje público, lo mejor que puede pasarte en España es morirte. Los elogios los tienes asegurados porque quien los escribe piensa más en sí mismo que en el fallecido y las medallas se las cuelga en su propio pecho. Será cosa mía que, como mucha otra gente, soy desmemoriado para lo público. Me acuerdo que un conocido de otro tiempo, socialista honrado, le tenía devoción, pero eso fue para mí en otra vida. Me siento por completo ajeno a este acontecimiento: los funerales nacionales no son lo mío. Que tenga que fallecer un personaje -al que de inmediato elevan a la categoría de mito- para “concitar un clima de concordia”, nada menos que eso, resulta asombroso. Se ve que estamos muy necesitados de concordia y de convivencia pacífica, y que sabemos que lo que viene flotando desde hace años es la discordia, el encono y la mala sangre, aunque a veces no nos atrevamos ni a nombrarlos. ¿Velaban al hombre o a lo que representaba dentro de la política socialista o solo era una ceremonia gubernamental? Lo ignoro. Modesto descanse en paz el nuestro, aquí quede.