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El demagógico debate fiscal

“hay que bajar los impuestos” y “no puede ser que por primera vez los ciudadanos navarros paguen más impuestos que los del País Vasco” han sido las demagógicas consignas más repetidas por Barcina y Goicoechea durante el debate a ninguna parte de la reforma fiscal. Y es que este debate estaba condenado a ir a ninguna parte desde que se anunció, hace 13 meses, porque no había de qué debatir, debido a que el Gobierno de UPN no tenía nada que proponer por la sencilla razón de que estaba a la espera de conocer qué se perpetraba desde Moncloa. Cuando por fin Montoro llegó a la sesuda conclusión de que convenía bajar algunos impuestos -especialmente a los más ricos- porque se acercan las elecciones, Barcina llevó al Parlamento foral un corta y pega con leves modificaciones de la propuesta del PP. Para entonces, el Gobierno había nombrado una comisión de expertos fiscales, a los que solo convocó una vez -no se sabe muy bien si para que se saludaran entre ellos-, y no se preocupó lo más mínimo por buscar los consensos que precisaba para que su plan tuviera alguna posibilidad de prosperar. Consumado el fracaso, Barcina se enrabietó como los chiquillos y tuvo la ocurrencia de proclamar ante el consejo político de su partido que su reforma fiscal “no irá a la papelera” y que “será uno de los pilares” del programa electoral con el que concurrirá a los comicios de 2015. Ella verá lo que hace. Si quiere añadir otra derrota parlamentaria a su currículum, ya sabe que con este planteamiento la tiene garantizada. De todas formas, la presidenta puede estar tranquila porque para que los navarros no tengan lo que ella considera peor trato fiscal que en el conjunto del Estado, basta con que los grupos de la oposición dediquen un par de tardes a reformar el IRPF y el Impuesto de Sociedades atendiendo a la progresividad y justicia social. Eso si damos por bueno que es mejor bajar la presión fiscal ahora que no nos llega la camisa al cuello para atender los servicios sociales más básicos.