En un abrir y cerrar de ojos, UPN ha propulsado el listón del electoralismo hasta la estratosfera. A la inconcreta promesa que el candidato Esparza hizo el pasado sábado de convocar 900 plazas de empleo público para profesores si es el próximo presidente de Navarra -y que ha tenido que ir matizando durante la semana hasta quedarse en una especie de gatillazo-, el Gobierno foral sumó el miércoles el anuncio a bombo y platillo de que en marzo devolverá a los empleados públicos el 24% de la paga extra que les birló en el 2012.
La propuesta de Esparza hubiera sido recibida con la naturalidad propia de estas fechas preelectorales si partiera de la oposición. El problema es que la hizo un destacado miembro del mismo Gobierno que en esta legislatura ha puesto todo su empeño en aligerar la nómina de funcionarios. Para ello, ha ordenado jubilaciones forzosas de profesionales de indiscutible valía, ha cubierto las menos posibles bajas y vacantes de trabajadores de la Administración y no ha hecho mención alguna de plantearse estas oposiciones en Educación. Aun sabiendo que al inicio de todos los cursos escolares precisa contratar unos 1.500 profesores, ha preferido que estos sean interinos, ya que así les ha regateado el salario hasta dejarles en muchos casos sin sueldo en vacaciones.
Entre tanto, el ofertón de Esparza ha sido gestionado desde el Gobierno con un punto de atrevimiento. Ha dicho que la OPE se convocará en la siguiente legislatura, obviando que quizás entonces haya otro inquilino en el Palacio foral.
No sé si este Gobierno es consciente de que el cambio político es más probable que nunca jamás en Navarra. En todo caso, debería serlo y aparcar estos planes para que el próximo Ejecutivo, sea del color que sea, defina el alcance de la hasta ahora embarullada OPE. Bastante tendrá con cargar con la pesada deuda que le deja Barcina como para que otras decisiones de calado ya estén tomadas de antemano.