Esparza hace un Aguirre
como sucede en cualquier semana postelectoral, la que ahora termina ha sido prolífica en cuanto a comparecencias de las siete formaciones con representación parlamentaria para valorar los resultados del 24-M y el escenario político que se abre en Navarra. A nadie le han sorprendido los firmes mensajes en favor del cambio trasladados desde Geroa Bai, EH Bildu, Podemos e Izquierda-Ezkerra, ni la lógica posición contraria del PP. Sin embargo, sí han llamado la atención tanto los bandazos de UPN como el escaso entusiasmo con el que el PSN ha recibido este nuevo tiempo político para el que decía estar trabajando. Especialmente esperpéntica ha sido la estrategia de los regionalistas. El lunes aseveraron que no votarían la investidura de un candidato que no fuera el suyo, el miércoles Barcina se ganó el reproche generalizado al comparar la situación de Navarra con la Alemania previa a Hitler, y ayer se descolgaron con un desesperado ofrecimiento a PSN e I-E para formar un gobierno presidido por los socialistas. Toma ya. Sin el menor sentido del ridículo y al más puro estilo de Esperanza Aguirre, el ofrecimiento de Javier Esparza solo se puede analizar en clave cómica. Que quien augura el caos al Gobierno que trata de impulsar Uxue Barkos plantee un cuatripartito en el que da cabida desde el PP al PCE parece una broma. Pero también es un ejemplo palmario de no haber entendido el mensaje que ha trasladado la ciudadanía en las urnas, que no ha votado para que luego retuerzan su voluntad con conchabeos propios de tiempos pretéritos. El 99% de los electores conocía de antemano el 24-M qué siglas intentarían propiciar el cambio político y cuáles trabajarían por perpetuar el régimen que ha gestionado la Comunidad Foral. El resultado ha sido un ajustado 26-24 a favor de los primeros, que podría convertirse en un 33-17 si el PSN algún día se decide por soltar amarras con la derecha, pero nada indica que esta vez vaya a hacerlo.