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Otro cuento chino

Esa gente que mira con resquemor la expansión de negocios chinos en su barrio o en su pueblo lo lleva claro. Porque no es solo la dependencia local o mundial que se va generando de la economía del gigante asiático (¡aquí hay otra burbuja, pero vamos...!), sino que en poco tiempo exportarán sus costumbres y encontrarán hueco también en nuestra agenda de eventos sociales. Lo más reciente es ese invento del Día del Soltero, que bajo el formato de dar la réplica al Día de San Valentín promueve un consumismo salvaje a través de internet en aquel sobrehabitado país. Al final se mueve un mercado de 13.000 millones de euros. ¡Si Mao Zegong levantara la cabeza!

Si Halloween o el Black Friday (el día de las compras a mansalva) ya tienen días reservados en el calendario y miles de devotos pese a sus muchos detractores, solo es cuestión de un mínimo estudio de mercado para acomodar al Día del Soltero y de la Soltera, porque no hay soltero si no hay soltera y viceversa. Por ejemplo, podía disponer de una fecha entre el Día Mundial de la Felicidad (20 de marzo) y el Día Internacional del beso (13 de abril); o entre el Día Mundial del orgasmo femenino (8 de agosto) y el Día del cornudo (11 de noviembre, en Italia). Y no me lo invento que están todos los festejos documentados en Internet...

Por aquí, que somos más de tirar de boina, lo más similar a ese Día del Soltero que alcanzamos a conocer fue el Dimasu (Día del Marido suelto), una iniciativa sanferminera de la Peña Anaitasuna que incluso llegó a quedar reflejada en algún programa oficial de principios de los setenta. Ahora no hay localidad en fiestas que no reserve una jornada para el Día de la Mujer, fruto, creo yo, de la mala conciencia de algunos de aquellos maridos (e hijos) excesivamente sueltos más que del lento goteo de las políticas de igualdad. Pero aquí no hay negocio sino un obligado y necesario cambio de costumbres y de educación. Lo del Día de los Solteros, por contra, suena a otro cuento chino.