La juerga de los billetes de 500
catorce años dicen los jefes del Banco Central Europeo (BCE) que han tardado en enterarse de que los billetes de 500 euros son utilizados en buena medida para prácticas delictivas. Conocida su manera de subestimar a la plebe, lo mismo pretenden que nos creamos que han necesitado tanto tiempo para llegar a esta sesuda reflexión. Bien sabían ellos, incluso desde antes de ponerlos en circulación, en manos de quiénes iban a estar estos billetes y qué destino les darían. ¿O acaso esperaban que los utilizáramos para comprar el pan?
Lo acojonante es que ahora que oficialmente ya son conscientes de que estos billetes son el monedero idóneo para blanquear dinero y financiar actividades terroristas, redes de crimen organizado, trata de seres humanos, etc, etc, etc -así lo confirman multitud de sentencias judiciales-, sin embargo no los retiran. Ni obligan a demostrar la legalidad de su procedencia. Al contrario. Avisan de que la fábrica de los llamados Bin Laden seguirá a pleno rendimiento hasta finales de 2018 para que la nómina de sinvergüenzas que pretendan sumarse a esta juerga siga ampliándose. Será que les parece que los 290.000 millones de euros que rulan sin control de estos papeles morados no son demasiados. Y con el fin de que ningún defraudador, chorizo o delincuente se vea afectado por esta decisión, los lumbreras del BCE envían un mensaje tranquilizador. Garantizan que estos billetes que se guardan en colchones, cajas de seguridad, zulos y demás guaridas mantendrán su valor al menos hasta que el euro exista.
No termina aquí el descaro de la entidad que preside Mario Draghi, que asegura que con esta decisión van a contribuir a combatir las actividades delictivas que se realizan gracias al pastizal que vale cada uno de estos papeles. Será que no lo han explicado bien, pero esta medida no pasa de ser, como mucho, un lavado de cara del BCE, porque la efectividad que pueda tener está a años luz de lo que requiere la situación.