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Gente armada

Todavía recuerdo, en las viejas casas de pueblo, el armario donde se guardaban las escopetas. Tres, cuatro o hasta cinco, según los residentes o el grado de afición a la caza. Era algo común. Salir a cazar suponía una de las pocas actividades de ocio en el escaso tiempo libre que dejaban las tareas. Armas y cartuchos estaban al alcance de todo el mundo; ese arsenal tenía para los más pequeños un atractivo especial y las advertencias de los mayores estaban también a tono con ese indisimulado interés. Juntando lo de todas las casas, había una armería a mano como para montar un batallón. Sin embargo, tener armas no era observado como un riesgo o una amenaza, aunque en más de una ocasión una disputa de vecinos, una pelea de bar o una malquerencia de años se resolviera a tiros.

El de la posesión de armas no es un debate prioritario en el Estado. Sigue habiendo miles de cazadores con escopetas, pero las medidas de control parecen rigurosas. No hay alarma porque la lectura es que ese armamento está destinado a un uso lúdico-deportivo. Pero, salvando las distancias, el tener un permiso de armas implica la existencia de un comercio; y como ocurre con todo, si no se usan los cauces habituales, siempre florece un mercado negro, y no hablo de cazadores. Un mercado muy activo, como lo demuestra la detención el martes en Tarragona del embajador no oficial de Corea del Norte, implicado en una red de tráfico de armas. El mismo día también que un agente de Policía se atrincheró pistola en mano en una restaurante de Alcobendas y acabó quitándose la vida.

Las armas están ahí. Esto no es Estados Unidos, pero el efecto llamada cuando suceden hechos como el de Orlando o antes Columbine no entiende ni de hábitos ni de fronteras. De hecho, uno de los capítulos de debate en los programas de los candidatos a la Casa Blanca tiene que ver con el control de armas, una polémica de antiguo que marca distancias entre republicanos y demócratas y que se mueve en ese círculo vicioso a la hora de definir si quien tiene un arma lo hace para atacar o para defenderse.