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La conspiración

Escucho por la noche a un tertuliano de la Cope reírse y tachar de ilusos a quienes creen (creemos) en esa conspiración (ya dejó de ser solo una teoría) que ha empujado al PSOE a entregar el Gobierno a un partido cercado por mil escándalos de corrupción. A mí el que me parece ingenuo es el que cree que las cosas ocurren por casualidad o por un sencillo desenlace ordenado de acontecimientos. Los poderes fácticos, los gobiernos en las sombras no son inventos de la literatura de ficción. Su influencia ha sido determinante en grandes y graves sucesos que han dejado huella, en la mayoría de las ocasiones para mal, en la historia. Sé de qué hablo porque ni siquiera un periódico de provincias es un inocente divulgador de noticias de gran calado: hay momentos en los que se elige publicar unas sí y otras no. No está tan lejano en el tiempo el día que una información tumbó el primer intento de un Gobierno de socialistas, nacionalistas y centristas en Navarra. ¡Un Gobierno sin UPN y con vascos hace veinte años...! ¿Casualidad? No. Como tampoco lo ha sido la operación de descabalgar a Pedro Sánchez, ni el intento de este de que una empresa como Telefónica mediara para que El País no le siguiera atizando, un día sí y otro también, en su editorial. ¿Hay poderes fácticos o no? ¿Alguien cree que en el país más poderoso del mundo una mano no mece las cunas de Hillary Clinton y Donald Trump, dos personajes de bajo perfil intelectual y político? Recuerden sino el paso de George W. Bush hijo por la Casa Blanca. O antes Ronald Reagan. Es fácil, como el tertuliano de la Cope, calificar de conspiranoicos a quienes no creemos en lo imprevisto de las noticias que trataron de desacreditar a dirigentes de Podemos cuando el partido morado comenzó a sacar músculo electoral, a ser una amenaza para el sistema. La estrategia continuó durante las conversaciones para la investidura y seguía ayer. Yo sospecho de esos supuestos ingenuos porque, claro, son los mismos que defienden que el ministro del Interior, Fernández Díaz, no usaba a la Policía para espiar a partidos soberanistas catalanes. Para ellos, los que conspiran son siempre los otros...