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No es ocio, es negocio

la primera impresión que una tiene cuando entra a una sala de apuestas es que no es como una se imaginaba, un lugar sórdido con gente quinqui o mafiosos de ruleta que filmaba Scorsese. Ni siquiera tiene el ambiente de los salones recreativos de los ochenta y noventa de mi etapa adolescente cuando los tíos jugaban al futbolín, pinball, juegos mecánicos o videojuegos, y metían duros de cinco pesetas en las tragaperras. Los locales de apuestas y juego de hoy son más parecidos a las Vegas en miniatura o paraísos para ludópatas. No hay ventanas, la luces de colores te ciegan y te rodean multitud de pantallas gigantes donde retransmiten partidos de fútbol, carreras de caballos... El silencio es sepulcral salvo las señales que emiten las impresionantes máquinas de apuestas deportivas (más de 16 modalidades a las que puedes apostar desde un euro), juegos de azar, la ruleta electrónica... No hay relojes por lo que pierdes la moción del tiempo. En medio del local, una chica detrás de una barra sirve gratuitamente a clientes que lo deseen bebidas. Eso sí en lo que no ha cambiado de mis tiempos es que sigue habiendo gente joven y que son todo tíos... La moratoria que ha aprobado el Gobierno de Navarra para nuevos locales de apuestas, bingos o locales de juego, junto a la suspensión decretada por un año para la concesión de licencias por parte del Ayuntamiento de Pamplona (seguramente seguirán esta misma senda otros municipios) es una buena noticia, sobre todo para las asociaciones vecinales que desde los barrios de Pamplona y Comarca vienen peleando para poner freno a este tipo de locales y prevenir la ludopatía en una comunidad que ya cuenta con 50 salones de juegos, 9 casas de apuestas y tres bingos (385 en Madrid). Preocupa especialmente su proliferación en barrios con una renta más baja. Es lo que ha ocurrido en Madrid en distritos como Vallecas, Tetuán o Carabanchel: el mercado del juego se aprovecha de aquellos que más necesitan el dinero, de las clases más desfavorecidas y de los más jóvenes, advierten. Al igual que muchos jóvenes cayeron en la heroína en las décadas de los de 70 y 80 no es casual, dicen colectivos como el de San Jorge, que estos locales abran en barrios obreros donde la precariedad laboral y la falta de alternativas de ocio empujan a muchos jóvenes a la cultura del dinero fácil. La pregunta no es porqué se invierte en estos negocios, es obvio que son rentables, sino cómo es posible que no se hayan controlado antes. Porque en todos los barrios y ciudades, aunque pongas distancias entre los negocios, la tentación del juego siempre quedará cerca de institutos, centros de ocio, parques, bibliotecas...