Se va la primera década del siglo XXI que, al menos en mi caso, más que transcurrir ha caído inexorable, así como de un plumazo, camino de los 50... Los hijos del Baby Boom, que conocimos los primeros ordenadores y las enseñanzas en valores de una generación, la de nuestros padres -irrepetible-, no imaginábamos que esta última década podía llegar a ser la más calurosa de la historia, lo que agravaría las desigualdades en el mundo. No sabíamos que el futuro que intuimos a través de las películas de Kubrick, Lucas, Ridley Scott, Spilberg, (2001 Odisea en el Espacio, La Guerra de las Galaxias, Blade Runner, ET...) iba a ser más complejo que la llegada a Marte (lo hicimos). No pensábamos que navegaríamos a gran velocidad en un mundo plagado de datos y algoritmos, un mundo inteligente e hiperconectado pero que nos aleja del contacto real si nos descuidamos, y nos controla a través de sus plataformas digitales (antes splo eran los bancos y las aseguradoras las que comerciaban nuestros datos personales). Quién me iba a decir a mí aquel 20 de noviembre de 1975 viendo perpleja en blanco y negro la que se montaba por la muerte de un personaje que a mí se me antojaba del cine mudo que, 44 años después, vería su exhumación del Valle de los Caídos y movimientos fascistas en contra. O que iban a apresar a políticos catalanes de mi ciudad idílica (Barna). Nunca pensé que en Chile habría una represión brutal ya muerto Pinochet. Ni podía imaginar que en vez de salir a ligar íbamos a tener aplicaciones de pago para contactar desde casa. No hubiera creído cuando empece la carrera de Periodismo que herramientas como Twitter serían claves en la comunicación. O que tendríamos un traductor de texto Google en todos los idiomas. Mañana se acaba 2019. Este año, el Supremo ha elevado a 15 años la condena de la Manada y se ha extendido la performance Un violador en tu camino. He visto movilizaciones ciudadanas impensables años atrás en países de Latinoamérica y Oriente en defensa de sus derechos y libertades. Mensajes que, hoy, llegan a todos los rincones del planeta. Los periodistas seguimos siendo necesarios para contar buenas historias y hacer reflexionar sobre lo que ocurre ahí fuera. Y, miren, hasta Tinder ha cambiado este año su llamado Elo (puntuación secreta que valoraba el atractivo físico a la hora de emparejar, y donde las mujeres eran el reclamo para los hombres) por otro algoritmo en el que premia a los usuarios que más utilizan la aplicación. Todavía hay esperanza.