Los americanos son la caña. Han pasado de ser uno de los países más castigados por la pandemia a tener una de las mejores tasas de vacunación del mundo. Los adalides del libre mercado y el neoliberalismo salvaje se han demostrado capaces de ejercer un mayor intervencionismo o capitalismo de Estado principalmente con la llegada de Biden y su lucha contra la pandemia. Un ejemplo ha sido el plan de vacunación donde se han aliado estrategias públicas (se han habilitado multitud de espacios para vacunar como estadios deportivos) y privadas (farmacias y supermercados) para lograr un objetivo: que el 4 de julio el 70% de la población adulta esté vacunada, "el día de la independencia del virus", como lo ha bautizado el nuevo presidente estadounidense.

En este momento se sabe que el 56% de la población adulta ha recibo al menos una dosis. Pero los sondeos indican que en torno a un 25% de la población adulta no se plantea vacunarse lo que trae de cabeza a gobiernos y empresas. Para movilizar la economía, el turismo, y sobre todo a la población joven, se han lanzado diferentes campañas de lo más originales. El gobernador de Nueva Jersey ha lanzado un programa de cerveza a cambio de vacunas donde se han involucrado trece cervecerías. Viene a ser que para relanzar el turismo joven a aquellas personas mayores de 21 años que estén vacunadas se les ofrece cerveza gratis durante el mes de mayo. También en Maryland prometen cien dólares a empleados estatales que se vacunen.

El gobernador de Virginia anuncia bonos de cien euros a jóvenes de 16 a 35 años. Varias empresas ofrecen sus productos como donuts gratis a sus clientes si demuestran que se han inmunizado o bonos para el bolsillo de sus empleados. El banco Bangor Saving llega a regalar 500 euros a empleados que completen el tratamiento. Las cadenas de parafarmacia llevan meses vacunando previa cita. Biden ha anunciado que solicitará a los estados que eliminen los requisitos de pedir cita para acelerar el proceso. Lo último que sabemos es que la ciudad de Nueva York ofrecerá vacunas a los visitantes de sus espacios turísticos como Times Square, la Estatua de la Libertad, el puente de Brooklyn o Central Park previa aprobación de las autoridades del Estado, y generar así un "turismo de vacunas" para cuando se abran las fronteras.

El gobierno federal decide la cantidad de dosis que distribuye cada estado pero los lugares y métodos de inmunización dependen de cada estado. Y ahí esta la imaginación de cada uno. Está claro que el acelerón en el proceso de vacunación, que tiene que ver con que Estados Unidos hizo negocios con las compañías farmacéuticas como un socio industrial y no como un cliente, les puso en una situación muy ventajosa respecto a Europa a la hora de comprar dosis, además de haber sabido autorizar los sueros a mayor velocidad. Hasta ahí se entiende su poderío. Pero de ahí a tratar de convencer de que la vacuna contra el covid es necesaria a cambio de dólares, cervezas o entradas a espacios turísticos lo veo demasiado yanki.

Yo me vacunaré por convicción. Y espero que pronto.