el calentamiento global continúa imparable y constante. Y los daños que causará en el planeta amenazan con ser irreversibles, según el nuevo informe elaborado por el Programa de Medio Ambiente de la ONU, cinco años después del anterior divulgado en Copenhague. Ya no hay discusiones entre los científicos a este respecto como lo demuestran los datos de crecimiento del nivel de CO2 sin precedentes en al menos 800.000 años y el nivel del mar: 19 centímetros más desde 1901 hasta 2010 y se prevé que serán entre 26 y 82 centímetros en apenas noventa años más. El informe también habla de responsabilidades diferentes entre los países más desarrollados y los menos que son, además, los que más sufrirán las negativas consecuencias del calentamiento de la atmósfera y los océanos y la reducción de la capa de hielo de los polos. La advertencia está lanzada aunque, desgraciadamente, la capacidad de influencia de la ONU es cada vez menor, como lo demuestra el escaso eco que sus conclusiones encuentran en los países más poderosos, los que realmente tienen la llave para aplicar medidas efectivas que cambien esta tendencia autodestructiva. Más aún desde que Trump se ha alineado con las tesis negacionistas. De hecho, el tiempo va pasando y la falta de compromisos serios de los gobiernos continúa siendo patente amparándose en la prioridad de fomentar por encima de todo el crecimiento económico. Sin embargo, los hechos son objetivos según este nuevo informe de la ONU: la contaminación del aire enferma a la población, la desertización y el hambre avanzan imparables en amplias zonas del planeta, desaparecen o se reducen los glaciares, la Amazonía es objeto de un asalto incontrolado de las grandes corporaciones explotadoras de los recursos naturales, los fenómenos atmosféricos extremos se extienden... En el caso del Estado español, el estudio advierte sobre el uso desmesurado de agua potable para la agricultura, un aviso que pone a Navarra en el ojo del problema medioambiental. Los políticos volverán a dar por buenas las conclusiones científicas, pero no pasan de sonar a una nueva pose de sensibilidad ecologista que ningún dirigente mundial desprecia públicamente aunque casi todos ellos se olvidan de ello cuando llega la hora de tomar decisiones. Los precedentes ante advertencias similares no son demasiado halagüeños aunque llegará un momento en que habrá que concienciarse en serio y es de esperar que sea cuando ya no sea demasiado tarde para toda la humanidad.