o reconocía el alcalde Larraun tras presentar diez proyectos a una convocatoria del Gobierno foral dirigida a impulsar políticas activas para frenar la despoblación: "Para hacer frente a la despoblación hace falta más que dinero". Así es. Hace falta cambiar el relato del mundo rural y empezar a hablar de su potencial y enorme riqueza. Son muchos los municipios y colectivos sociales que están apostando por fijar y atraer población con ofertas de trabajo, vivienda y ayudas. También el esfuerzo que está realizando el Gobierno foral (120 programas y proyectos durante el 2021) para llevar a la práctica políticas trasversales como son la mejora de la financiación local (el nuevo modelo aboga por la justicia y la solidaridad territorial con 258 millones para mejorar los servicios públicos en los municipios navarros), el fomento de la rehabilitación y el emprendimiento rural, impulsar nuevas infraestructuras, centros educativos, formación en zonas rurales, ayudas al sector primario o la potenciación de las ciudades cabeceras de comarca resultan claves para avanzar hacia un nuevo modelo de desarrollo en claves de sostenibilidad, progreso y equilibrio territorial. Según parámetros de la UE uno de cada cuatro municipios en Navarra están en riesgo de despoblación. Todo un reto al que se enfrenta nuestra comunidad, el Estado y el conjunto de Europa, ya que genera fuertes desigualdades territoriales en el acceso a servicios y oportunidades, y ahonda en el grave problema de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. Precisamente, el secretario general de Reto Demográfico del Ministerio de Transición Ecológica Francisco Boya reconocía ayer en el foro sobre despoblación organizado por DIARIO DE NOTICIAS que el mundo rural tiene mucho que aportar a la sociedad del futuro. Garantizar el relevo generacional, incentivar la presencia de mujeres en el medio rural, impulsar la innovación y la digitalización son ámbitos en los que, dijo, se debe incidir. La inflación y la dependencia energética nos lleva ahora a pensar todavía más en los endebles cimientos de una sociedad de consumo sustentada en torno a grandes núcleos urbanos. No es posible hablar de leyes de transición energética y medioambientales si no invertimos primero en los pueblos. Sin olvidar que esta crisis económica y energética, y la llegada de nuevos movimientos migratorios, puede empujar el traspaso de la población de las grandes ciudades a los pueblos más pequeños.