El sistema de equilibrios y derecho internacional con el que se han venido relacionando los Estados corre el riesgo de saltar definitivamente en pedazos por la imposición de estrategias de hechos consumados y el ejercicio unilateral de la violencia sin garantías. Esta semana, dos hechos graves se han producido en diferentes partes del globo pero con un denominador común: la violación flagrante de las normas de la diplomacia y el derecho internacional.
La primera de ellas corresponde a la Administración estadounidense, que ha extendido su amenazante presencia militar, justificada en la presunta lucha contra el narcotráfico, de Venezuela a Colombia. Sin control judicial, sin amparo ni advertencia, sin el menor respeto a los derechos humanos, dos presuntas “narcolanchas” han sido bombardeadas en la costa colombiana, coincidiendo con los reproches del presidente Trump a su homólogo de Colombia, Gustavo Petro. La imposición violenta de intereses comerciales y estratégicos halla excusa en presuntos crímenes para los que no existe procedimiento judicial que garantice derechos o siquiera su veracidad. Otro preocupante acontecimiento ha sido la aprobación preliminar por parte de un dividido Parlamento hebreo de la norma que permite y anima, de facto, la anexión de Cisjordania al Estado de Israel.
Unilateralidad que viola acuerdos internacionales a los que el propio Gobierno israelí está obligado pero que encaja de nuevo en la escalada de hechos consumados que la política de anexión y colonización viene aplicando. El primer ministro Netanyahu se ha apresurado a calificar la iniciativa legal de provocación opositora para ponerle en una situación difícil en plena visita del vicepresidente estadounidense J. D. Vance. Pero dos ministros de su gobierno se manifestaron públicamente exultantes con llamamientos a la anexión tras la votación. Ni los bombardeos de Estados Unidos va a acabar con el narcotráfico ni la votación de la Knesset facilitará la ocupación de Cisjordania, pero ambos son ejemplos del modo en que se deteriora el sistema de las relaciones internacionales a base de desactivar los consensos y dejar en suspenso la aplicación del derecho. No soporta el menor análisis de legitimidad y evidencia que es fruto de la misma lógica que llevó a la invasión rusa de Ucrania. Es grave y peligroso.