El discurso de odio debe considerarse un límite al ejercicio de la libertad de expresión, exigido por los principios de dignidad, igualdad y no discriminación. Han incrementado los delitos de odio por creencia y orientación sexual, y también ha aparecido un nuevo discurso de odio contra las personas que padecen pobreza, aporofobia, pero ni se abordan ni se intervienen de forma equiparada.