Admito que estoy siguiendo con interés profesional -también personal-, los sucesivos capítulos del serial kafkiano que ha puesto en marcha el despido del portavoz de Kontuz!, Patxi Zamora, de su trabajo en Iberia tras más de 30 años como auxiliar de vuelo. De momento sabemos que ha sido una chapuza impulsada por un alto mando de la Guardia Civil que acabará tumbada en los tribunales laborales y veremos como esta es otra cuenta de la juerga que se abonará a costa de las arcas públicas. Pero sabemos también que no es un despido improcedente o ilegal más de los muchos que abundan en este mundo de las sucesivas reformas laborales. Hay unas evidentes vinculaciones con su labor de investigación y denuncia de la corrupción con apariencia de legalidad en el anterior régimen de Navarra. De hecho, casualidad o no -y en estos casos las casualidades no acostumbran a ser tales-, coincide en el tiempo con el momento en el que se va a poner en marcha en el Parlamento de Navarra la comisión de investigación sobre el hundimiento y desaparición de Caja Navarra y las posibles responsabilidades de quienes entonces eran sus responsables políticos y directivos. Y esas vinculaciones apuntan a un caso chapoteado en las oscuras cloacas del Estado en colaboración con un impulso exterior de carácter civil. Posiblemente, quienes han urdido esta trama no calcularon la evolución de los acontecimientos y ahora están en un evidente aprieto. Los hechos han sobrepasado ya el ámbito meramente laboral y han llegado al Senado y al Congreso y el ministro Zoido ha tenido que comprometer su palabra en la solución del caso. El problema es que llegados a este punto del absurdo el problema de Interior es explicar los hechos, su alcance y sus responsables. Desvelar la verdad, vaya. Y reconocer esas verdades de las tramas oscuras siempre es jodido. Por eso, el desenlace se presenta verdaderamente interesante.