para los negacionistas de la ingesta frenética de morapio en Navarra: uno de cada cuatro residentes en esta tierra de tabernas por doquier se da un atracón de alcohol al mes y más de un tercio sufre una intoxicación etílica aguda al año. Así que somos líderes autonómicos en borrachera compulsiva, excediendo con creces la media estatal. Y lo llevamos a gala, tanto que la socialización del trinque alcanza a demasiados menores rodeados a menudo de adultos pimplando, es decir, predicando con el ejemplo del consumo habitual. Cómo sensibilizar entonces a nuestra juventud sobre los incontestables perjuicios del bebercio rutinario, incluida la amenaza cierta de la adicción con el deterioro y la soledad que comporta. Más cuando todavía continúa vigente una percepción utilitarista del alcohol como desinhibidor siquiera ocasional para el cortejo del ser deseado, un anacronismo que hace imprescindible un énfasis mayor en la educación afectiva y en la gestión de las emociones tanto en los hogares como en las aulas. Tenemos un problema con el alcohol, vaya que sí lo tenemos, y basta ya de banalizarlo. Pues ha llegado la hora de tratarlo de una vez por todas y con la contundencia debida como una cuestión de salud pública. Como ocurrió en su momento con el tabaco y ya Navarra es la comunidad con menor porcentaje de fumadores diarios aun con toda la ingente batalla pendiente. Que el alcohol no nos nuble la terrible vista que ofrece la estadística sobre su abusivo trasiego.