pocos currelos hay tan bien pagados y agradecidos como el de eurodiputado. 8.757 euros de salario bruto al mes más 320 euros de dieta por día de estancia en Bruselas o Estrasburgo. Y una nada desdeñable jubilación a partir de los 63 que puede alcanzar los 73.500 euros anuales. Amén de otras bicocas como kilometrajes y ayudas al transporte de otro puñado de miles de euros. Con jornadas laborales de lunes a jueves y vacaciones a tutiplén. Con este panorama retributivo - y sin olvidarnos de que son representantes de la ciudadanía y que deben de estar a su servicio- resulta enervante ver esas panorámicas de un hemiciclo casi vacío y de gran parte de sus 751 miembros en desbandada. La ausencia del escaño es sospechosa pero más bochornosa es todavía la estampa del exministro del PP José Manuel García Margallo echando una generosa cabezada tras su colega en el uso de la palabra. Trabajando duro, vamos. Agotado estaría su señoría de volver a trabajar el lunes tras 25 días de vacaciones parlamentarias. El sorprendido en brazos de Morfeo tiró de ironía y chulería al aseverar que no fue "consciente de haber dado una cabezada", apostillando que "si la hubiese dado, eso significa que tengo la conciencia muy tranquila". Más propio de un sinvergüenza que de un representante popular. Aunque muchas veces, demasiadas, ambos conceptos no están reñidos.