as palabras nunca son elementos vacíos de significado. Siempre contienen una señal, aunque se trate de ocultar en lo más profundo de las letras que las componen, que dicen lo que realmente quieren decir. Por eso no me gustan términos ahora tan de moda como desescalada o nueva normalidad. Intuyo que vienen con una nueva realidad vital para el conjunto de la sociedad debajo del brazo. Y por eso desconfío. Quizá me equivoque, pero parece claro que eso de la nueva normalidad no será volver a la normalidad de la que veníamos. Pero no tanto por sustituir aquello de la normalidad de nuestras vidas que funcionaba mal o era un serio lastre para la convivencia social de muchas familias o personas, sino para implantar por la puerta falsa exactamente eso, una nueva normalidad de más de lo mismo sólo que con otras normas y, al parecer, más restrictivas. Más prohibiciones y controles y menos libertades civiles y políticas, ya rebajadas por diferentes leyes. Más centralismo y menos autogobierno. Más imposición y menos diálogo. Si fuera así, la nueva normalidad significará más retrocesos y menos avances desde el punto de vista democrático. Bajo el actual estado de alarma las prohibiciones y sanciones se aplican sin apenas resistencias ni posibilidades de recurrir. Una puerta abierta al todo vale. Ya sean pequeñas acciones de celebración en las fiestas de barrios o pueblos o conmemoraciones como la del 1º de Mayo de mañana prohibidos por el Ayuntamiento de Iruña o la Delegación del Gobierno central en Navarra. Parecen el resultado de un abuso de poder más que una medida imprescindible. Que no afecten a la seguridad sanitaria y que se respeten las normas establecidas no cuenta siquiera. El poder siempre tiene la obsesión por el control absoluto de todo aquello que al moverse le puede generar incomodidades. También el control de la información. Una cosa es denunciar la expansión de bulos y falsedades con el objetivo de manipular a la opinión pública y otra aprovechar el estado de alarma para imponer desde los aparatos de comunicación su información única como la verdad absoluta e incuestionable. Si la idea inicial era transformar la vieja normalidad de la que venimos por una nueva convivencia de colaboración y solidaridad, dudemos, al menos de partida, que la nueva normalidad se esté diseñando para circular por esos caminos.