os pueblos pequeños son el destino estrella de este verano del covid-19. Lejos de aglomeraciones y de eventos, los pueblos se presentan como espacios cercanos y saludables en los que buscar y encontrar descanso, tranquilidad, naturaleza y vida al aire libre, además de citas con amigos y reencuentros, da igual en el mar que en la montaña. Pueblos como los del norte de Navarra que van a ver aumentada su población, ya incrementada en estos últimos meses, y en los que se observa una cierta preocupación por lo que está por venir. Han pasado, en muchos casos, de estar preocupados por la despoblación y el abandono a estarlo por la superpoblación. Han vivido el confinamiento con las mismas exigencias que en las ciudades y zonas urbanas, limitando sus salidas, manteniendo la distancia, evitando el contacto social, cuidando a su población, una población vulnerable por su avanzada edad, a la que hay que proteger y seguir cuidando. Pueblos sin fiestas de verano, que tendrán que reinventar las noches para que los jóvenes encuentren el ocio que necesitan sin bajar la guardia, sin relajarnos demasiado. Pueblos que necesitan del turismo para reactivarse, pero no a cualquier precio, sino de una manera sostenible y solidaria. También en los pueblos el verano del 2020 será diferente, con el reto de lograr que sigan siendo espacios saludables para todos y todas.