a pandemia ha provocado que al menos 3.700 sanitarios hayan necesitado algún tipo de atención psicológica debido a la gran carga de trabajo y situaciones de estrés que han vivido. Este verano en el que se merecían un descanso se enfrentan a una quinta ola ya que la transmisión de la covid-19 entre los más jóvenes se ha disparado a niveles de descontrol de la pandemia. No niego que los mensajes que han lanzado las autoridades sanitarias hayan sido contradictorios con mascarillas fuera o luz verde a comidas en la calle -que hoy reculan en víspera de las fiestas- pero ello no exime de responsabilidad a chavales de 20 o casi 30 años que se van de botellón o de discoteca sin tomar precaucaciones. Haya o no regulación. El sábado acompañé a una persona al centro de urgencias extrahospitalarias de Buztintxuri. Eran las cuatro y medio de la tarde y acaban de salir de hacer pruebas grupos de jóvenes del brote de Salou (700 positivos según los últimos datos). Por la mañana habían recibido a otra remesa. Por los comentarios que pude escuchar el personal sanitario, parapetado en sus EPIs y preocupado por una cepa india hiper contagiosa, estaba cansado, también defraduado, pensando seguramente que esta pesadilla no iba a acabar nunca. El médico no quiso hacerle una PCR a la persona mayor que acudió con síntomas. Tenían razón, no era un caso Covid (como lo demostró un antígeno en su centro de salud al día siguiente) pero podía haberlo sido. Había algo de fatiga y hastío en aquella exploración rápida. Hoy es 6 de julio y casi preferiría que no lo fuera.