a no son solo los informes de organismos internacionales ni las advertencias de alarma de miles de científicos. Ya son imágenes reales en vivo y en directo las que muestran las consecuencias del cambio climático. Lluvias torrenciales que inundan territorios de extensiones cada vez mayores en Alemania o en China, da igual, olas de calor que provocan incendios interminables y arrasan miles de hectáreas de tierra y de vida en Siberia, Canadá, EEUU, Turquía, Fracia o Sicilia, da igual también, sequías demoledoras que elevan aún más el hambre y la falta de agua en África y Asia, deshielos masivos que aumentan la temperatura de los océanos y la altura del mar en las costas de todo el planeta Tierra... Un compendio de imágenes y elementos climáticos reales de advertencia de que el calentamiento global del planeta está originando un retroceso ambiental sin precedentes, con pérdida de biodiversidad y de bosques a ritmo desconocido. Un presente real que ratifica de nuevo el último informe de la ONU aprobado el pasado viernes y hecho público ayer. Según destacan los científicos que han elaborado el documento, muchas de las alteraciones observadas en el sistema climático no tienen precedentes en cientos o, incluso, miles de años, y algunas de las modificaciones como la subida del nivel del mar, serán irreversibles durante miles de años. Pese a las insistentes advertencias científicas, casi tres décadas de macrocumbres internacionales Cancún, Kyoto, Copenhague, Johanesburgo, Durban, París, Madrid..., y de buenas palabras apenas han logrado avances en los 90 objetivos diseñados hace más de 20 años. Tengo la sensación de que hemos decidido irremediablemente mirar para otro lado. Insistir en el desastre y que apechuguen quienes vengan después. Sólo que quienes vengan después y padezcan las consecuencias de nuestra egoísta inacción serán nuestros hijos e hijas y sus hijos e hijas. Serán ellos las víctimas de una degradación medioambiental a la que nosotros hemos contribuido con entusiasmo e insensatez. Como herencia parece penosa y sobre todo injusta. Permanece infranqueable la frontera entre la fuerza de los intereses del desarrollismo económico descontrolado en la explotación de personas y de recursos naturales y la débil movilización social en defensa de un nuevo modelo socioeconómico basado en el respeto a los derechos de las personas, la justicia social y el equilibrio natural. El desastre climático actual no es natural, es consecuencia de la acción humana.Y lo cierto es que ya son una realidad las consecuencias sociales, económicas, culturales y medioambientales del ascenso de las temperaturas globales en la Tierra, del incremento de la frecuencia de fenómenos climáticos extremos o del retroceso en la extensión de los glaciares. Ecosistemas como corales, polos, tundra, bosques boreales, selvas tropicales, glaciales o montes y las regiones mediterráneas se verán duramente afectados, así como los océanos y los recursos pesqueros. No hace falta alarmismo alguno. Esta crisis medioambiental mundial es devastadora.