e lo que ha sucedido estos 20 años en Afganistán, de lo que ya sucede hoy y de lo que sucederá a partir de ahora no tengo mucho más que decir de lo que ya he escrito en otras muchas columnas -la última el pasado 17 de abril-, y editoriales antes: que todo ha sido una inmensa mentira para casi nada.

Billones de euros y de dólares arrojados a las grandes multinacionales para mantener una operación sostenida sobre la falsedad constante. Y para engordar las cuentas multimillonarias de los corruptos y criminales que han dirigido estas dos décadas un país bajo el yugo de 50 años de guerras geopolíticas, étnicas, religiosas y por el control de la producción y el tráfico de opio y otras drogas. Miles de civiles asesinados impunemente -la inmensa mayoría mujeres y niños y niñas-, por los bombardeos indiscriminados de EEUU y la OTAN, los mismos aviones y bombas que hacen prácticas de tiro en el territorio navarro de Bardenas ocupado por el Ministerio de Defensa por un puñado de millones de euros. Militares enviados a una misión en la que han perdido la vida para un inmensa nada. "¿Para qué?", se pregunta ahora la viuda de un comandante español fallecido en Afganistán. Esa es la pregunta más importante.

Ni democracia ni derechos humanos -como tampoco hubo armas de destrucción masiva en Irak-, solo negocios, muerte, ocupación, ingentes cantidades de recursos expoliados y de dinero público arrojado al absurdo. Propaganda política a saco, desaparición del periodismo y mucha desinformación para airear la irrealidad. Mujeres y niñas y hombres que quizá creyeron y trabajaron durante años por otro Afganistán posible abandonados a una suerte cruel de miseria, opresión y fanatismo religioso y posiblemente muerte. Sobre todo, las mujeres y las niñas. La verdad es que las democracias occidentales han perdido en Afganistán otra gran parte de la poca dignidad que aún les podía quedar en la mochila de sus principios humanistas originales. Allí por donde pasa Occidente para llevar la bandera de sus valores democráticos y los derechos humanos el resultado es el expolio de los recursos, la explotación de los seres humanos y el abandono de millones de personas a la inestabilidad, la violencia y la pobreza.

Ahora es Afganistán, antes fue Irak, Siria, Yemen, Somalia, Libia, Líbano, Centroamérica, Palestina, Sudán, África de norte a sur... y eso solo en las últimas décadas. Las imágenes de Afganistán retratan nuestra herencia, pero no son ni han sido una excepción. Ninguno de los dirigentes responsables de esos desastres de inhumanidad, avaricia, prepotencia y violencia y negocios injustos e inmorales se verá ante los tribunales. Tampoco quienes desde las bambalinas se han beneficiado en la especulación capitalista de ello. Ni quienes sabiéndolo guardaron silencio, miraron hacia otro lado o lo ocultaron bajo todo tipo de razones de Estado. No sé, pero creo que algún día nos pasará factura tanta miseria política y económica, tanta falta de sensibilidad humanista y tanta injusticia y tanta dejación ciudadanas de nuestras responsabilidades civiles y políticas mínimas.