Ser alcalde de un pueblo pequeño se ha convertido en una odisea. Que se lo digan si no a los habitantes de Urroz Villa que se han quedado sin regidor y sin representación al dimitir los cuatro concejales que quedaban (de los 7 iniciales) en bloque. Lo triste es que ni siquiera los que no están de acuerdo con que cobre 1.390 euros al mes -con dedicación plena- pretenden asumir las riendas. No es, ni va a ser, el único caso. Sin incentivos nadie va a querer asumir el marronazo que supone trabajar día a día con vecinos, mancomunidades y administraciones, estar pendientes de las ayudas, de obras públicas, de supervisar las reformas en tejados, de los problemas sociales, de crear bolsas de empleo, impulsar el turismo, la cultura y el ocio, entre las mil funciones que desempeñan.... Regidores que con una buena gestión aportan a las arcas municipales mucho más de lo que reciben. En este caso, sin ir más lejos, fue el primer municipio navarro en contar con una comunidad energética que abarata los recibos de la luz. Alcaldes como el de Otsagabia que han logrado impulsar proyectos de emprendimiento para zonas desfavorecidas como el Pirineo... En sock también debió quedarse el jueves la alcaldesa del Valle de Etxauri tras sufrir un acto vandálico en el transcurso de las fiestas patronales de la localidad al encontrarse la puerta y ventanas de su casa llena de excrementos. ¡Qué moral para seguir pendiente al día siguiente de lo que ocurre a cada uno de los 10 pequeños pueblos que componen este valle de 700 habitantes! Difícil convivir con quienes te ponen zancadillas cuando sales a la calle porque, claro, se gobierna para todos y todas, por encima de personalismos y viejas rencillas, y a todas y todos los conoces.