La dimisión de Santos Cerdán de todos sus cargos orgánicos en el PSOE y la entrega de su acta de diputado era una decisión simplemente inevitable tras la sucesión de transcripciones que se llevan publicando las últimas horas de sus conversaciones con Ábalos y Koldo. Lo que desvelan esos diálogos es difícil de creer en boca de Cerdán a poco que le hubieras conocido.

Aunque sea una trampa de un supuesto fuego amigo, lo que se ha publicado que dicen esos audios está dicho por boca también de Cerdán y evidencia, como dijo el propio Sánchez, muy graves indicios de corrupción. Sánchez descarta un adelanto electoral hasta 2027, pero tampoco anuncia una cuestión de confianza en el Congreso.

Si ya era difícil de entender la presencia del tal Koldo García en tan altas esferas del poder sabiendo sus antecedentes –acumula dos condenas por agresiones con violencia de los viejos tiempos de sus noches pamplonesas y de ahí en una carrera a fulgurante de chófer y guarda de seguridad a comisionista moviendo millones de euros ya camino de los banquillos de la justicia–, aparecer hablando con él del cobro de comisiones y de mordidas por la adjudicación de obras públicas se mire como se mire, es de imposible explicación.

Aunque si se repasa el histórico de la corrupción en el PP y el PSOE desde los tiempos del despacho del hermano de Guerra para tomar un cafelito hasta Filesa, Roldán, Urralburu, Fondos Reservados, GAL, Púnica, Zaplana, Bárcenas, Gürtel, Villarejo y los montajes de Podemos, Operación Catalunya o Ayuso y su entorno y una larga lista, ese perfil chabacano es habitual en esos lugares de la política donde se decide el destino de millones de euros públicos y se cuecen las tramas de corrupción.

Más de 30 casos de corrupción arrastra aún el PP pendientes de juicio. Basta releer a los clásicos de la literatura española para comprobar qué esto ha ocurrido siempre en esa España profunda en la que el robo al pueblo y el saqueo del bien público son señas de identidad de ese núcleo intocable de poder donde la mentira, el nepotismo, el enchufismo y la traición son protagonistas.

El Estado es una erupción de casos, un término que designa un problema, un jeroglífico de la realidad. La dimisión de Cerdán tampoco es el final de nada. A su salida le seguirá más crispación y bronca política y un efecto dominó de consecuencias difícil de prever hoy.

Desde la complicada continuidad del Gobierno de Sánchez hasta sus posibles consecuencias a medio o largo plazo en Navarra pese la mayoría social que aún acumula la actual fórmula que conforma el Gobierno foral y buena parte de sus ayuntamientos.

Los informes de la UCO relacionan también a la trama con obras adjudicadas en Navarra, los Túneles de Belate entre otras.

La presidenta Chivite, que no ocultó sus sentimientos entre lágrimas hacia Santos Cerdán con quien dijo ha compartido toda su trayectoria política, anunció la auditoría y fiscalización por tres vías distintas de esas adjudicaciones para garantizar la máxima transparencia a la sociedad navarra.

Los indicadores socioeconómicos de Navarra dan noticias de buena salud, pero la atención pública está clavada en los casos de corrupción, los granos de pus de una sociedad cada vez más desestructurada y confusa. La memoria es un valor, más aún para no repetir viejos errores.