Casi sin esperar a que Sánchez terminara este lunes la rueda de prensa para dar cuenta de su balance del curso político, Feijóo hizo su particular comparecencia diseñada para tratar desmontar todo lo que había dicho el presidente. No lo consiguió. Si pensaba eclipsarle, se equivocó. De entrada, porque el inquilino de La Moncloa tenía algo que vender como el permiso parental y el anuncio de que –este año sí– se va a atrever a redactar un proyecto de Presupuestos, que ya va siendo hora.
Por el contrario, el líder de la oposición, sin nada que ofrecer, se limitó a avanzar un plan de derogación de leyes de Sánchez, para el que ni siquiera tiene votos, e instó a los suyos a estar preparados para una contienda electoral que atisba más pronto que tarde. Su discurso, huérfano incluso de autoconvencimiento, recibió aplausos nada entusiastas de los suyos.
Fueron, en definitiva, dos comparecencias en las que se evidenció que el distanciamiento entre los máximos dirigentes de PSOE y PP nunca había sido tan grande. Y también quedó de manifiesto que ambos líderes viven en mundos alejados de los problemas reales de la ciudadanía. Esos que afectan al día a día y que el presidente, autocomplaciente con los datos macroeconómicos que acompañan su gestión, ignoró.