Llevan un tiempo sonando campanas al vuelo alrededor de la presunta trama de cobro de mordidas y comisiones que implicaría a Cerdány a las empresas Acciona y Servinavar en Navarra, pero lo cierto es que, hasta ahora al menos, el ruido es más fuerte que las pruebas que puedan demostrar esos hechos. Ni el nuevo informe pericial sobre los audios del informe de la UCO han avanzado en ese terreno de la aportación de pruebas.
Da validez a los audios y a las voces de los implicados –Cerdán, Ábalos y Koldo–, pero también recoge elementos en esos audios que pueden desvirtuar la autenticidad de los mismos, al menos en algunas de las llamadas registradas. Una puerta, más o menos abierta, a posibles dudas razonables. El informe de la Oficina Anticorrupción del Gobierno de Navarraha añadido poco o nada nuevo a lo ya sabido hasta ahora, más allá de juicios de valor contundentes sobre las adjudicaciones de los túneles de Belate y de la construcción de unas viviendas de VPO por parte de Nasuvinsa. Pero contiene también errores de fondo en las algunas apreciaciones, sobre todo en este segundo caso, y afirmaciones, cuando menos jurídicamente discutibles, sobre determinados incumplimientos. Además de que se negó la oportunidad de alegar el contenido del análisis y de las conclusiones a las partes implicadas antes de hacerlo público.
La largada del diputado de EH Bildu en el Congreso, Oskar Matute, atribuyéndose el control de la Oficina Anticorrupción tampoco contribuye a resguardar la credibilidad de imparcialidad e independencia que exige esa entidad de control público. Que Araiz haya intentado sacar la pata de Matute del charco alegando que la referencia fue en tono irónico es eso, un intento, pero nada más. También está por aclarar el confuso papel de su directora, quien se inhibió y dejó de analizar otras dos adjudicaciones, encargadas por el Gobierno de Navarra en las que ella había participado entre 2015 y 2019.
La auditoría externa incide, en lo que se refiere a la adjudicación de Nasuvinsa, en la ausencia de actas y documentación. Habrá que esperar ahora a las alegaciones de los departamentos implicados para valoar su alcance real. Por lo sabido hasta ahora, es difícil poder hablar desde lo aportado ni de corrupción ni de cobro de mordidas por parte de alguien vinculado al Gobierno de Navarra. Errores administrativos más o menos graves, fallos en la custodia de documentación y chapuzas burocráticas diversas no construyen por sí solos un caso generalizado de corrupción que sitúe a Navarra en el centro de ninguna gran trama general. En todo caso, el ruido de las campanas hace mella y molesta, evidentemente, al Gobierno de Chivite, y poco a poco está entorpeciendo la acción política y la gestión de sus miembros y de los partidos que lo componen y apoyan. Y no parece fácil poder huir de ese tañer de campanas que anima con alegría y constancia la oposición. La sensación real de bloqueo y temor ante las nuevas informaciones –supongo que más por los titulares que por su contenido real–, que puedan aparecer es un camino de inseguridad permanente. Sigue sin haber nada, y sigo creyendo que no lo habrá, que implique al Gobierno o personas del Gobierno en trama alguna, pero no sé si el estado de ánimo que se emite se sostiene en esa misma confianza.