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Necesitamos una estrategia forestal

Son cientos o miles de años los que se necesitan para poder disfrutar de bosques como el de Sherwood, donde, según cuenta la leyenda, Robin Hood aplicó su particular forma de redistribuir la riqueza. Aquí en Navarra disponemos de bosques que se han conservado muy bien durante siglos, pudiendo citar entre otros rincones el afamado señorío de Bértiz, y las tal vez menos conocidas reservas de Lizardoia y de Aztaparreta en el Pirineo.

Desafortunadamente, los tiempos de la naturaleza y de la sociedad contemporánea encuentran dificultades para acompasar las necesidades de una y otra, pero no podemos pasar por alto que sin la conservación de la naturaleza la sociedad no tiene futuro alguno, pues aquélla constituye el soporte vital de nuestras necesidades como seres vivos.

En el ámbito europeo y desde hace más de trescientos años las ciencias forestales vienen desarrollando técnicas para compatibilizar el uso de los recursos que nos proporcionan los bosques con su mejora y mantenimiento. Mediante tratamientos adecuados se garantiza la conservación de esos recursos, empleando el objetivo de la sostenibilidad del sistema en su conjunto como una de las claves de la gestión forestal.

Debido precisamente a su naturaleza compleja y a la necesidad del transcurso de largos periodos de tiempo para conseguir resultados, resulta especialmente difícil caer en la cuenta de que es necesario gestionar activamente el patrimonio forestal si esperamos obtener de forma recurrente sus beneficios tangibles (maderas y leñas, hongos, caza) e intangibles (aire puro, aguas de calidad, paisajes, espacios naturales).

Quizá por esa dificultad y escasa visibilidad de lo forestal, nuestro sector es uno de los grandes olvidados a la hora de asignar recursos y esfuerzos por parte de una sociedad que antepone cada vez más la consecución de un beneficio rápido, aunque efímero e insostenible, frente a otras necesidades quizá más estructurales pero menos vistosas: el recientemente aprobado Plan de Desarrollo Rural para Navarra contempla tan solo un 7,5% de sus previsiones económicas para medidas forestales, cuando la recomendación del Ministerio era de un 15%. Parece como si los bosques navarros no necesitaran cuidados, cuando la realidad es muy diferente si observamos el estado de peligroso abandono de buena parte de nuestros montes.

Los bosques no entienden de periodos cortos. Para alcanzar su esplendor, un hayedo precisa cientos de años de manejo selvícola hasta conseguir una estructura estable que nos proporcione el máximo de beneficios y utilidades. En su conjunto, las masas forestales de Navarra necesitan ser gestionadas al amparo de unas directrices básicas que, articuladas en forma de estrategia forestal de largo plazo, proporcionen a los profesionales unos objetivos claros y evaluables.

El último Plan Forestal de Navarra, documento que debería cumplir esta función, fue aprobado por el Parlamento de Navarra en 1998, con lo que este año se cumplen 18 de su vigencia establecida en 30 años. Hasta ahí todo bien, pero el problema surge cuando comprobamos que no se ha llevado a cabo la renovación de su programa económico-financiero, aspecto que debería haberse cumplimentado hace ya 8 años, ni tampoco se han elaborado los informes que con la periodicidad trianual prevista deberían haber recogido el grado de cumplimiento del Plan.

Dada la importancia estratégica de los montes en el desarrollo del mundo rural y la conservación de los recursos naturales, es preciso tomar conciencia de que esta planificación debe revisarse, orientándose su actualización desde los poderes públicos con la participación de los conocedores de la realidad física, social y económica del sector forestal. Es precisamente en estas materias en las que los ingenieros de montes, ingenieros técnicos forestales y otros profesionales con formaciones relacionadas con la gestión forestal podemos aportar nuestros conocimientos y experiencia, colaborando en la elaboración de un documento que sirviera de forma práctica para resolver los retos que a diario se nos plantean en el desempeño de nuestras funciones.

Necesitamos una estrategia forestal de verdad, un documento vivo que sirva para tomar decisiones y evaluar periódicamente su grado de cumplimiento. Para ocupar un espacio en la estantería es preferible tener Las aventuras de Robin Hood, y leer de vez en cuando sus correrías por el bosque de Sherwood.

Los autores son decana y secretario del Colegio de Ingenieros de Montes de Navarra, respectivamente